domingo

Why I Never Became a Dancer

Tracey Emin, antes de devenir en figura de la vanguardia artística inglesa, fue joven en una ciudad costera de Londres, Magrate. En 1995 filmó Why I never became a dancer, seis crudos y contundentes minutos testimoniando sobre lo que significó crecer allí, con la osadía de hacer de su sexualidad lo que le dio la gana, siendo niña, que es el punto, claro. El atrevimiento de decidir acostarse con quien quisiera durante toda su adolescencia tuvo costos. Cuando decidió presentarse a un concurso de baile, en el que divisa una chance para saltar el cerco de la fantasía y poder salir de esa ciudad, en el momento exacto en el que vio futuro, un grupo de tipos que la conocen, con muchos se acostó, no la alientan y le gritan fuerte “puta, puta, puta”, hasta vencerla y dejarla fuera.

Las estrategias de los débiles son, por supuesto, débiles. Pero sin caer en optimismos de verano, los débiles que pueden tomar el desafío creativo de inventar mundos, en vez de intentar caber en este que lo expulsa, nunca más serán débiles. Vean ese video por favor aquí, porque si no puedo bailar, tu revolución no me interesa 
se va a caer babys! 

viernes

Fragmentos de Segato sobre el punitivismo



La impunidad radica en que ahora es exhibida como un show, como en el caso de Lucía Pérez, donde se le dijo a la gente que “el mundo tiene dueños”, y que ellos “no van a ceder ante ningún pedido de la sociedad”: hay un “mensaje de la dueñidad”, donde lo que queda en claro es que “la institucionalidad” es una ficción.


“Entonces, ¿qué es lo contrario a la impunidad? ¿El punitivismo?”, se pregunta Rita (...) “Antes de ser feminista soy pluralista, quiero un mundo sin hegemonía. Lo no negociable es el aborto y la lucha contra los monopolios que consideran que hay una única forma del bien, de la justicia, de la verdad: eso es mi antagonista”, describió (...) es “un mal sobre el que tenemos que reflexionar más”, y recuerda la violencia que se vive en las prisiones: “¿Puede un estado con las cárceles que tiene hacer justicia? Esa no puede ser la justicia; ser justo con una mano y ser cruel con la otra”.


Además, señaló que “la única forma de reparar las subjetividades dañadas de la víctima y el agresor es la política, porque la política es colectivizarte y vincular”, propuso Segato. “Cuando salimos de la subjetividad podemos ver un daño colectivo”, y eso no puede curarse “si no se ve el sufrimiento en el otro”. Por eso, considera clave el proceso de debate y búsqueda de justicia: “Fuimos capturadas por la idea mercantil de la justicia institucional como producto y eso hay que deshacerlo. Perseguimos la sentencia como una cosa, y no nos dimos cuenta que la gran cosa es el proceso de ampliación del debate”.


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La vidas posibles



En esta fase de afodistismo original, cada hembra pertenecía igualmente a todos los machos y cada macho a todas las hembras. Y según los gustos o caprichos del momento: cada macho pertenecía igualmente a todos los machos y cada hembra a todas las hembras. De ese modo, cuando nacía una criatura no se sabía si era un hijo, un hermano, un nieto, las tres cosas a la vez o ninguna. Mucho peor aún, empezaron a nacer niños con escamas, como si la Naturaleza hubiera empezado a tambalearse y en lugar de traer al mundo a seres humanos hechos y derechos, hubiera comenzado a sacar de la galera especies de otras épocas geológicas.
(...)
A partir de ese momento, quedaba terminantemente prohibido practicar el comercio carnal entre padres e hijos, hermanos y hermanas (no así entre primos colaterales cruzados, que pudieron aprovechar sin culpas ese vacío legislativo).
(...)
Ahí donde la mayoría de las lenguas, para expresar lo que sucede ahora, antes o después, se empeñaban en declinar verbos hasta el agotamiento, o imponían la compañía paternalista de un verbo auxiliar, la lengua dixie se las arreglaba agregando, según las circunstancias, prefijos lunares o solares a los sustantivos.
La forma que adopta el mundo es la forma murmurada por el lenguaje. Era un verdadero alivio, declaró Mr. Wirthmore, que convivió con los dixies durante veintiocho días, vivir en un mundo sin tiempo. Los dixies desconocían el engorroso problema de definir algo que, cuando no me lo preguntan, sé lo que es, pero cuando me lo preguntan, dejo de saberlo.

Retaceo de La extinción de las especies de Vecchio

El presente es el museo del futuro


Los apaches no eran apaches. Los apaches se nombraban a sí mismos, según las circunstancias. Tinneh, Inde, Dinde o N´de (no estoy seguro de la grafía). Apaches era un nombre que les habían dado los zuñis (que por otro lado tampoco se llamaban zuñis sino ashiwis), sus ancestrales enemigos, y en esa lengua zuñi apache quería decir precisamente enemigo. Si esto sucedía con el nombre, no era muy difícil de adivinar lo que podía llegar a ocurrir con el resto. Las costumbres atribuibles a los apaches eran puras mentiras inventadas por sus adversarios.
(...)
Así como se estudiaba pormenorizadamente la vida de las estrellas que titilaban en la bóveda celeste, erigiendo telescopios en medio del desierto, ¿por qué no hacer lo mismo con esas tribus, condenadas a desaparecer en breve, que vivían en nuestro mismo planeta, a unas horas de nuestro hogar en tren? Los astros no hablan, pero siempre retornan al mismo punto. Marte y Venus seguirán trazando la misma elipse alrededor del sol cuando estas maneras de pensar, hablar, percibir colores y moler maíz se hubieran esfumado para siempre, llevándose consigo informaciones esenciales para comprender la historia de la humanidad

Vecchio en La extinción de las especies

Ceremonia de Llanto por las Imperfecciones de la Vida



Cuando un miembro de la tribu moría, el nombre del difunto era suprimido de la lengua y nunca más podía ser pronunciado.
Los apaches jicarillas tenían prohibido expresar ciertas emociones. Podían reírse, enojarse, alegrarse, entristecerse, tener miedo o sentir asco, pero de ningún modo llorar. El llanto era una emoción tabú. El niño que se caía y se golpeaba, la mujer que era abandonada por su marido, el anciano que no podía levantarse porque le dolían todos los huesos, habían de contener las ganas de llorar hasta el solsticio de invierno, en que se celebraba solemnemente la Ceremonia de Llanto por las Imperfecciones de la Vida.
Fragmento de (te quiero mucho) La extinción de las especies de Diego Vecchio

miércoles

Pacto paterno-filial


Para los niños el mundo es un museo en el que los celadores adultos puede que sean amorosos la mayor parte del tiempo, pero no por eso dejan de imponer las reglas: todo es macizo, todo ha existido desde siempre y antes que ellos. A cambio del amor están obligados a sostener el mito de su inocencia. No solo tienen que ser inocentes, tienen que representarlo.

Fragmento de República Luminosa por Andrés Barba

Lo sórdido y lo pintoresco tomo II


Nos fascina lo que nos excluye, pero la fascinación no es garantía de que se produzca bajo su sombra un pensamiento lógico. Los mayores disparates que se han pensado y publicado sobre los 32 son precisamente las especulaciones sobre lo que hicieron durante esos meses. No es casual: empezamos proyectando nuestras cualidades allí donde solo hay un blanco de sentido y acabamos creyendo que los tigres se enamoran, Dios es un celoso vengador y los árboles tienen nostalgia. El hombre ha humanizado sistemáticamente aquello que no podía comprender, desde los planetas hasta los átomos.

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Solo se puede describir con precisión lo que se ha dejado de sentir, aquello para lo que ya hemos encontrado un límite.

Lo sórdido y lo pintoresco


Un alcalde de esta ciudad dijo que el problema de San Cristóbal es que lo sórdido está a un pequeño paso de lo pintoresco. Es literalmente cierto. Los rasgos de los niños ñeë son demasiados fotogénicos a pesar de la mugre –o quizá gracias a ella-, y el clima subtropical sugiere la fantasía de que hay algo inevitable en su condición. O por decirlo de otro modo: un hombre puede luchar contra otro hombre pero no contra una cascada o una tormenta eléctrica.

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Maia solía decir que en San Cristóbal bastan cinco minutos de poder para que a un hombre se le ponga cara de cacique

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Toda mi vida me he relacionado mal con las exhibiciones públicas de dolor. Siempre que he tenido que enfrentarme a ellas, he tenido la inquietante sensación de que mi cerebro bloqueaba mi sensibilidad, incluso contra mi mismo (...) había algo tan obsceno en ella que ni siquiera me escandalizó mi falta de compasión.

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No siempre es fácil determinar si lo que nos amenaza tiene más influencia sobre nosotros que lo que nos seduce. La propia naturaleza de esas dos cosas a veces no es contrapuesta sino casi indistinguible

Fragmentos dilectos de la encantadora República luminosa de Andrés Barba 

domingo

Aborto legal para tipos trans!

gran nota para desbiologizar los cuerpos gestantes, sufrientes, querientes aquí

jueves

El retroceso «nacional-estalinista»

Hay temas tabúes y temas para héroes, aquí dejo una nota valiente para pensar la Venezuela de hoy
Aviso que duele, crecer duele, de eso se trata la nota.