Un alcalde de esta ciudad dijo que el problema de San Cristóbal es que lo sórdido está a un pequeño paso de lo pintoresco. Es literalmente cierto. Los rasgos de los niños ñeë son demasiados fotogénicos a pesar de la mugre –o quizá gracias a ella-, y el clima subtropical sugiere la fantasía de que hay algo inevitable en su condición. O por decirlo de otro modo: un hombre puede luchar contra otro hombre pero no contra una cascada o una tormenta eléctrica.
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Maia solía decir que en San Cristóbal bastan cinco minutos de poder para que a un hombre se le ponga cara de cacique
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Toda mi vida me he relacionado mal con las exhibiciones públicas de dolor. Siempre que he tenido que enfrentarme a ellas, he tenido la inquietante sensación de que mi cerebro bloqueaba mi sensibilidad, incluso contra mi mismo (...) había algo tan obsceno en ella que ni siquiera me escandalizó mi falta de compasión.
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No siempre es fácil determinar si lo que nos amenaza tiene más influencia sobre nosotros que lo que nos seduce. La propia naturaleza de esas dos cosas a veces no es contrapuesta sino casi indistinguible
Fragmentos dilectos de la encantadora República luminosa de Andrés Barba
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