Tracey Emin, antes de devenir en figura de la vanguardia artística inglesa, fue joven en una ciudad costera de Londres, Magrate. En 1995 filmó Why I never became a dancer, seis crudos y contundentes minutos testimoniando sobre lo que significó crecer allí, con la osadía de hacer de su sexualidad lo que le dio la gana, siendo niña, que es el punto, claro. El atrevimiento de decidir acostarse con quien quisiera durante toda su adolescencia tuvo costos. Cuando decidió presentarse a un concurso de baile, en el que divisa una chance para saltar el cerco de la fantasía y poder salir de esa ciudad, en el momento exacto en el que vio futuro, un grupo de tipos que la conocen, con muchos se acostó, no la alientan y le gritan fuerte “puta, puta, puta”, hasta vencerla y dejarla fuera.
Las estrategias de los débiles son, por supuesto, débiles. Pero sin caer en optimismos de verano, los débiles que pueden tomar el desafío creativo de inventar mundos, en vez de intentar caber en este que lo expulsa, nunca más serán débiles. Vean ese video por favor
aquí, porque si no puedo bailar, tu revolución no me interesa
se va a caer babys!
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