miércoles

Complejos humanos


Hoy me puse a calentar en el micro ondas unos fideos (si, ya se, deprimente comer y fideos recalentados, o una o la otra debería ser por convenio con la CIDH) casi no uso el micro ondas aunque me lo regalaron apenas me mudé como si fuera un imprescindible. No me acuerdo que lo tengo, y cuando sí, me deprime un poco comer algo calentando por una caja de plástico que emana micro ondas (ponele onda che!). Toda esta intro es para contextualizar (es lo que hacemos los sociólogos, el don de que todo parezca tener que ver con todo, o que sea lo suficientemente confuso para que asi parezca) que hoy tuve un Aha Moment (te amo Mia Astral). Me colgué con la calentada (porque en 1.30 min el micro ondas hace lo que un neandertal tardaría todo un ciclo evolutivo) así que cuando el aparato terminó de girar y no fui desesperada de la ansiedad a abrirlo, un pitido cruel e intermitente empezó a sonar, lo escuhé, seguí lavando una taza, pero el pitido no me permitía hacer nada, el micro ondas quería ser la prioridad de mis acciones y atención y del comedor y de mi tarde y de mis pensamientos. Que hincha huevos! quien le pidió ese servicio tutelar? (re)calentá los fideos y ya, si se me enfría, es responsabilidad toda mía, no me va a agarrar un arranque ludista y lo voy a destruir, me hago cargo, comeré fideos fríos o vuelvo a apretar el botón, total que le cambia una mancha mas al tigre de las recalentadas infinitas? Y de pronto, entendí por que no quiero volver a la clase de zumba que ayer fui a probar con mi amiga Azul y que queda en la esquina de casa. Hay gente que tiene lo que denominé esta tarde, complejo de ascensor mal cerrado, gente que necesita ser el centro de atención, que va a chillar y llenar todo el espacio de alaridos para que todos lo noten, lo festejen, lo prioricen, gente que no deja que vueles, que te alejes, que disfrutes de otra cosa mientras están cerca. Los fideos estaban espantosos pero lo resolvi con tormentas de queso rallado o rayado.

Gente que no


Me bajé una aplicación que te cruza con solteros y con todos tus prejuicios del habitus (estructuras estructurantes estructuradas), así, uno termina conociendo a la gente que comparte su cosmovisión de prejuicios. En este breve lapso que lo tengo, he sacado unas cuantas cosas en limpio de esa galería de galanes. Y como siempre es más fácil el no que el si, voy a listar la gente que no:
- Gente que se parece a Nisman (no se imaginan cuanta hay!)
- Gente con fotos fuera de foco
- Motos
- Gente de la cual puedo saber el cuadro de futbol
- Torre Eiffel (no importa cuan creativa sea la foto)
- Torsos en cuero o cualquier referencia a que me vas a pedir dinero después de un encuentro
- Fotos con diplomas de la UBA (no se imaginan cuaaaaaaaaaaaaantos hay!)
- Lentes de sol espejados
- Selfies en el espejo del baño o ascensor
- Miradas sexys ensayadas
- Gente de fuerzas policiales
- Dikiris en aguas turquesas
- Mentir (mucho) con la edad (no se imaginan cuaaaaaaaaaaaaantos hay tomo II)
- Gente parecida a gente que conozco (me da como incesto de amistad)
- Gordillos o muy musculosos
- Caras muy femeninas
- Fotos con miembros de la familia
- Cara de farmacodependiente o depresivo
continuará....


Las pibas duelen


El narcopatriarcado y las pibas

domingo

Perón Perón, que grande sos



Para Percha todo lo que era de cemento y medía más de un metro o pesaba un poco más de un kilo lo había hecho Perón, y siempre estaba rompiendo los huevos con lo mismo.
- Y vos como sabés que la ensanchó Perón, ¿acaso lo viste? - le dijo Alejandro (...)
- A que ustedes no saben que acá abajo esta todo preparado para que pongan el subte? -dijo, y ya era para romperle la cabeza de un cascotazo.
- Decime —le dije—, si preparó el túnel para el subte, con estaciones y todo, por qué mierda no lo puso. —Porque en este país todo es una mafia —contestó Percha—, y te lo dice mi viejo: los verduleros son una mafia, los camioneros son una mafia y los colectiveros son la peor de las mafias. 
- Y los pelotudos como vos, ¿qué son?”

Fragmento de "El origen de la tristeza" de Pablo Ramos 

Accesorios de la valía


- Bueno, arriba. Miren el puente, está al alcance de la mano - dije sin ningún entusiasmo. Después se me ocurrió una idea-. A ver, Chino, destapate otra; vamos a calentar los motores.
La orden alzó el espíritu de la tropa y enseguida estuvimos dándole al vinito ajerezado.
(...)
No propuse ningún limite porque imagine que cada uno iba a tomar una cantidad igual al valor que le faltara para encarar el ultimo trecho. A mi hermano le alcanzó con dos tragos. Yo, en cambio, le di uno bien largo: todo lo que pude aguantar la quemazón en la garganta. Los demás tomaron su medida; Percha fue el único al que tuvimos que parar.

Fragmento de "El origen de la tristeza" de Pablo Ramos

Lo que te choca te checa

Y buscaba de dónde viene el mal, y lo buscaba mal, y no veía el mal que había en mi propia búsqueda. 
SAN AGUSTÍN, Confesiones

Amarreta del amor - Mambo number 5



Le dije al galán del momento que no quería verlo mas, que le agradecía lo lindo, el cariño, la intimidad y haber superado mis expectativas respecto a mis propias posibilidades de querer y compartir la cotidianidad. También lloré (sí, lloré por un tipo de happn, ya se, no entiendo nada), al otro dia lo extrañe y estuve triste, triste por todo el amor que he recibido y que no pude corresponder, amor del lindo, del sano, del generoso y cuidador. Estuve triste porque siento que en la vida me quisieron mas de lo que quise y me sentí una amarreta del amor. Triste por dejar desfilar por mi vida hermosos seres que no pude amar, por razones quisquillosas y malcriadas: porque no me hace reir tanto, porque es muy normal (vaya saber que significa esta categoría en la que tantos humanos han caído), porque flashea poco, porque nada le apasiona, porque no es peronista, porque dobla las bolsas en triangulitos, porque habla en lenguaje inclusivo, porque grafitea sus electrodomésticos, porque mambea poco, porque hace 2 años duerme en un sofá cama desde que se separó de la ex, porque me muestra fotos de su sobrino, etc etc. Muchas veces ni supe que fue, ni siquiera le di tiempo a entender mi incipiente desencanto, pero me alivia decir que gracias y que hasta ahí me sale compartir, siempre fui muy sincera y hasta llore.


Muchas veces llore con tipos que no funcionaron, no por ellos, sino por la escena, como si me diera pena no querer(los) (a todos ellos, en conjunto: ellos vs. yo). A este le dije que me daba cosa que recién se estuviera separando, que quizás era eso lo que nos tocaba compartir, acompañarnos en ese primer ratito cruel de la separación, me daba impresión que había nulo espacio entre la ex y yo, como si me diera bronca que no la llorara lo suficiente (venia más por ese lado), también le conté de mis desencantos anteriores, pero eso fue mas una excusa para que la causa parezca mas compleja. Me jode que no nos lloren tanto. Habla de su conexión con las mujeres como pares, de su profundidad y sensibilidad y sobre todo, de mi mambo.

viernes

La ley de la ferocidad y la sutileza del amor

Vine hasta acá a copiar fragmentos que quería repasar de un libro, que quería tenerlos a un click de distancia de releerlos mil veces si me diera la ganas. Es feriado, por eso tengo el tiempo y la frescura de espíritu para darme este tipo de lujos, a la vez, el mundo apurado hace que nos de un poco de pereza dedicarnos de lleno a este tipo de actividades, así que yo, empecé a pensar que fragmento iba a copiar (por ende, cuales no), porque no son párrafos, son pequeños mundos que dibuja el autor (no es fácil replicar mundos, aun si son pequeños). El de las palomas en la terraza, el pan con veneno, el de la bicicleta y el taller del padre, el de las propiedades magicas del jengibre, el dialogo con el taxista que no quiere cruzar el puente Pueyrredón. El de la bicicleta parecía ganar. Y de repente me empezó a pasar algo que podria verse como contradictorio. Me dio mucha pena los fragmentos que no iba a escribir (o era culpa? casi siempre también es culpa, es como la ración de papas fritas de mis emociones) y a la vez, me dio fiaca escribir el que tocaba. Esta historia tiene dos desenlaces:

1. Me di cuenta, que aunque decía que no me había gustado tanto este libro como el anterior de Ramos, fue la vez que más veces envie fotos con fragmentos de la novela a distintas personas. Como si el libro hablaba de todo lo que me estaba pasando, de todo lo que había hablado con amigos, de lo que ni había llegado a pensar pero al leerlo me di cuenta de que estaba tan de acuerdo. Y todo eso me llevó a pensar en el amor, que un poco se trata de eso no? no necesariamente es una explosión de fuegos artificiales de colores (como me fue el primer libro de Ramos que leí) sino que es la constancia tímida de querer atesorar cerca lo más que se pueda, de querer compartirse, de que parece que todo lo que existe en el globo se relaciona con el objeto amado.
2. Encontré el libro entero digitalizado, con tan solo un ctrl F podía transcribir todas las partes del libro sin mayor esfuerzo. Lo pueden ver aquí (otra conclusión, quien mucho abarca....)


Las leyes de la soledad


Con el Nescafé listo voy de la cocina al estudio de adelante. Estoy cómodo. Me sobran los lugares. Estoy solo también. No sé bien qué sentido exacto le quiero dar a estas palabras. Estoy solo y no es una queja, tampoco es una situación de la cual me sienta particularmente orgulloso. Lo importante es que es la soledad y no otra cosa quien me dicta la escritura. Poco a poco, tomándose todo el tiempo para comprobar que no voy a traicionarla

Fragmento de La ley de la ferocidad de Pablo Ramos

domingo

Dialogo paterno-filial



La única posibilidad de que dijera algo más que monosílabos era que estuviese picado por el vermú. Pero tampoco era de esperar que se largara con un discurso. Una sola vez me contó una anécdota completa. En general decía frases cortas que (supongo) suponía reveladoras. Como si todos los demás tuviésemos en la cabeza lo mismo que él tenía en la cabeza. Estábamos acodados al mostrador y de golpe fruncía el ceño, tomaba un trago corto, de esos que suelen tomar los alcohólicos sociales, giraba la cabeza y me decía algo venido de la nada, “el tiempo de mi viejo fue un tiempo de aires”

O, apenas nos veíamos, después de diez o quince días de ni siquiera llamarnos por teléfono, lo saludaba con un simple cómo estás y él me contestaba: “Un día vas a ver las cosas de otro modo”. De qué cosas hablaba, qué había querido decir con eso de un tiempo de aires. Imposible saberlo. Otra vez dijo: “Si para el pobre no hubo justicia hasta que llegó Perón”. No venía al caso de nada, de hecho estábamos en un mercado comprando todo lo que hacía falta para una carbonada que se iba a hacer en el club y me dijo eso, o mejor dicho, lo dijo. Pensé que el si inicial de la frase lo delataba. No hablaba conmigo, sus palabras eran una respuesta a un diálogo que se desarrollaba en su interior exteriorizado por una casualidad de las vías respiratorias. Al principio, cuando ocurrían estas cosas, me enfurecía y trataba de poner en evidencia, frente a las demás personas, eso que yo pensaba era la locura de mi padre. Pero mi desventaja era justamente ésa: él era mi padre. Entonces fui cayendo en la trampa y, casi sin darme cuenta, comencé a relacionar las frases de varias maneras. Como un juego, unía una frase dicha un mes atrás con otra reciente, con otra que recordaba de hacía algunos años, o con otras que yo inventaba para unir a las demás y darle a todo un sentido al menos general. Darle a mi padre un sentido al menos general.

En "La ley de la ferocidad" de Pablo Ramos