domingo

El principito y la posverdad


El Principito-que es un libro que detesto, porque me parece la gran estafa, un libro maligno. Hay una cosa en ese libro, de una cursilería sobresaliente, que es hacer creer que la dignidad del individuo está determinada por el amor que recibe de otros individuos. Esa estupidez que dice el Principito hablando al campo de rosas: "Sois muy bonitas pero no sois como mi rosa, mi rosa es única en el mundo porque yo la quiero". Básicamente, la noción que tiene un padre al pensar en un hijo. Pero tú no otorgas dignidad a tu hijo queriéndole: o tiene una dignidad intrínseca ajena a ti o no la tiene. Es como pensar que ciertas ideas tienen más valor porque uno las siente, que es en el fondo la estrategia de mentira de la posverdad, que nos lleva a exponer sentimientos en vez de ideas. Los sentimientos no pueden ser discutidos, sólo pueden ser respetados. La mejor forma de atrincherarte en un mundo inexpugnable desde el punto de vista dialéctico es hablar solo de sentimientos; todos los lenguajes nacionalistas, por ejemplo, son lenguajes sentimentales. Y cada vez la política se está sentimentalizando más; uno tiene que defender a los políticos a los que vota incluso aunque se manden cagadas de libro sólo porque es como tu novia, pero ¡no es tu novia, es un político al que has votado! ¡Tiene que cumplir! Hay otra cosa muy diabólica en El Principito que es la idea de domesticación, cuando aparece el zorro: el niño le dice "te domesticaré y entonces serás único en el mundo como mi rosa". Tiene mucho que ver con lo que hace un adulto con la infancia. Un adulto domestica a un niño, pero es un ejercicio diabólico. El zorro tiene que renunciar a su naturaleza para ser amigo del Principito

* fragmento de ésta entrevista 

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