lunes

Las palabras y las cosas




Mientras deambulaba por la ciudad, me apuntaba inscripciones de los rótulos, nombres de productos expuestos en las tiendas, palabras oídas en las paradas del autobús. En los cines tomé notas, a oscuras, casi a tientas, de palabra que aparecían en la pantalla, y copié eslóganes de las pancartas cuando me topaba con alguna manifestación. Fui penetrando en la India no a través de imágenes, sonidos y olores, sino a través de la lengua, que, además, ni siquiera era el vernáculo hindi, sino una lengua extranjera, impuesta, pero que, aun así, estaba tan arraigada en el suelo indio que se identificaba con el país y, para mí, se había convertido en una clave imprescindible. Mi lucha por la India fue, en su primer asalto, una batalla con la lengua. Comprendí que cada mundo entrañaba un misterio y que el acceso al mismo sólo lo podía facilitar una lengua. Sin conocerla, ese mundo permanecería para nosotros insondable e incomprensible, por más años que pasásemos en su interior. Más aún: descubrí una relación entre tener nombre y existir, pues cada vez que volvía al hotel me daba cuenta de que en la ciudad había visto tan sólo lo que sabía nombrar; por ejemplo, recordaba una acacia pero no el árbol que crecía junto a ella, porque desconocía su nombre. En una palabra, descubrí que cuanto más vocabulario atesorase, más pronto -y más rico en su inabarcable diversidad- se abriría ante mí el mundo.

Ryszard Kapuściński, Viajes con Heródoto

No hay comentarios:

Publicar un comentario