miércoles

Que bella es Hebe Uhart



Fragmento de Leonor en Luz de un nuevo día

Cuando Leonor era chica, su mamá hacía albóndigas de harina de mandioca. Las albóndigas de harina de mandioca son duras como si tuvieran plomo, secas como si fueran de arena y malignamente compactas. Si uno las come estando triste, hace de cuenta que come un páramo; si uno está contento, esa bola marrón, sin nada aceitoso, es un alimento merecido y vivificante.
Leonor creció y llegó a los dieciocho años. Su mamá le dijo:
–Hija, usted debe casarse. Cuando una se casa le dan una libreta, el hombre trae pan blanco y zapatos taco alto. Después que se casa con ese polaco, le trae unos aros a la mamita.
Leonor dijo:
–Sí, mamita, pero el polaco muy grande es.
El polaco medía casi dos metros; todo el día arrancaba yuyos y los domingos no iba al baile, trabajaba.
–¿Qué importa? –dijo la madre.
–Sí, mamita –dijo Leonor–. Yo me caso, pero me da vergüenza hablar delante de él.
La madre le dijo:
–La vergüenza después se va y él no habla total. Usted le dice: “¿Querría un plato de porotos?” Y un día comen porotos, otro día pan de harina blanca y él se pone contento porque mi hijita es muy buena. Usted siempre sonriente, no le lleva la contraria y él se va a amansar y va a hablar. Eso sí, nunca lo provoque, que él maneja muy mucho la azada y la pala.
La fiesta de casamiento fue hermosa. Él le regaló a Leonor un par de zapatos de taco alto y un vestido colorado. Leonor no caminaba muy bien con esos zapatos

No hay comentarios:

Publicar un comentario